martes, 6 de noviembre de 2012

Syd Barrett, el alma de Pink Floyd

Cuidado con el Rock
(Artículo de la revista THC. Por Hueso van Hemp)

Los seguros de las productoras cubren los televisores arrojados por la ventana y los hoteles demolidos, pero siempre hay algo que se escapa de la gran industria del arte. En los shows de Roger Waters, ¿alguien se acuerda del duende que inventó el rock psicodélico?

En los Westerns de Sergio Leone, el mundo se basaba en dos clases de hombres. Los que tenían la soga al cuello y los que la cortaban, los que tenían un arma cargada y los que cavaban con una pala. El mundo de la psiconáutica es un poco más flexible: están los que pasaron y se iluminaron, están los que clavaron el freno de mano y están los que se pasaron y quedaron con los pies acá y la cabeza allá. Pero, por suerte, en el oscuro camino hacia la luz existe una escala de grises.
Así tenemos en la historia ciento de casos donde la misma sustancia fue la salvación de unos y la perdición de otros. Carl Sagan dijo que el porro lo ayudó a escribir sus más complejas teorías, mientras Patti Smith aseguró que si fumaba mucho se bloqueaba y no podía escribir ni tocar.
Durante años las muertes famosas, por drogas o no, sirvieron para que los dinosaurios aleccionaran al mundo sobre lo que podía pasarle si seguía el rumo del sexo, las drogas y el rocanrol. Pero, aunque los caretas no lo sepan, nadie quiere morirse ahogado en vómito como Jimi Hendrix ni tampoco meterse en la bañera cuando se está duro y aparecer manoseado en la tapa de un diario sensacionalista. Los rockeros atentos aprenden la lección.
Pero el San Martín del chancho psiconauta es más complejo que simplemente una reacción adversa de los químicos que hayamos ingerido. La delgada línea entre no creer en el sistema y no poder, al menos, participar normalmente en sociedad se marca con la fortaleza de la psiquis: si se resiste un bombardeo como Londres en la SGM, podremos estar de este lado. Si nuestra mente queda como el Guernica de Picasso, irremediablemente estaremos mucho más allá de lo que creíamos y habrá que buscar la manera de volver, mientras se pueda.
Mucho antes que Roger Waters refritara los discos de Pink Floyd para convertirlos en una especie de Disney sobre hielo, el "rock" (ese invento) atravesaba un período de estancamiento, a pesar de lo que dijeran los críticos, los medios y las discográficas en aquel momento. Ya había pasado la era en la que Cream, Hendrix, los Stones y muchos más habían sorprendido a todos, sumando al folk negro de las plantaciones de algodón la displicencia de los aburrido chicos blancos de clase media.
Eran las épocas de "Swinging London" y todo se parecía un poco a la película Austin Powers. Visto a la distancia, da la impresión de que en aquellos tiempos de cualquier juntada con porro y dos guitarras salía una banda de influencia mundial. O el relajo económico y social de la posguerra generó un invernadero para el rock o realmente el ácido que distribuían en Europa y EEUU era de puta madre.

EL CERDO VOLADOR
Roger Keith Barrett, nació en Cambridge en enero de 1946. Como a todos los niños con talento de aquella época los padres le presionaban desde pequeño para desarrollar sus facultades intelectuales. Así el pequeño Syd (como luego se haría llamar afuera de su casa) comenzó a tocar música desde muy temprana edad. En el 61, luego de la muerte de su padre, ingresa a la escuela de arte de Cambridge empujado por su madre. Y como se repite en tantas bandas grandes, en la escuela de arte encontró los secuaces que permitirían que sus proyectos musicales tomaran forma. Así nació Pink Floyd. La versión oficial dice que el nombre es una combinación de dos nombres de músicos de blues que le gustaban a Barrett, aunque él mismo dijo una vez que se lo había dicho un ovni mientras paseaba por el bosque. Creer o fumar una seca más.
Su extraña forma de tocar la guitarra, influída por el folk y la música clásica y su aspecto de duende encajaban perfecto con el movimiento under que se iba generando en Londres, donde dieron sus primeros shows. El público de los bares en general, acostumbrado todavía a las banda más cuadradas se resistía un poco a la propuesta nada convencional de la nueva banda. Roger Waters contó incluso que los promotores los retaban y les preguntaban "¿Por qué no hacen canciones como la gente?". Finalmente, para 1965 firmaron con EMI y empezaron a publicar singles.
The pipers at the gates of dawn fue el primer disco de Floyd, con Barrett en la banda, como cantante, guitarrista y compositor. Con sólo este disco Capusotto podría hacer los programas de un año entero. Tiene todos esos elementos que después alimentaron a Hawkind, la primera banda de Lemmy Kilmister y hasta  a Spinal Tap, el rockumental en joda de los Monthy Python. Entre acoples y notas estiradas hasta el callo en el dedo, historias de hadas y unicornios medievales, cuentos del espacio y flasheos varios, los experimentos sonoros del disco hacían quedar a los Beatles como unos caretas que se fumaron dos porros y les bajó la presión. Para los que descubrieron a la banda con The Wall o Dark Side of The Moon, el disco grabado con Barrett parece un bidón con cuatro hippies, instrumentos y muchos pedales de efectos en dos litros de LSD.
Los paisajes que pintaba Barrett eran tan imaginativos como oscuros, en una época donde la iluminación, la paz y el amor era los conceptos de moda. Con la ayuda de máquinas de eco, distorsión y pistas múltiples, el que alguna vez tuvo un mal trip de ácido puede reconocer cierta sensación en los coros y en los arreglos de algunos temas: ese sabor a paranoia que sube desde la nuca, esa mancha oscura en las esquinas de los párpados que lentamente se corre ocupando toda nuestra visión periférica... Además tenían coros explosivos, letras qeu simulaban cánticos rituales y combinaciones entre imágenes infantiles y la confusión de la adultez. Un ejemplo muy simple es el tema "Matilda Mother". Hablando en una idioma, sobre un rey poderoso y renombrado, Barrett deja ver las grandes dificultades que sufrió su propia familia para superar la muerte del padre. Tan extraño y distinto era el sonido de aquel legendario disco que EMI, el sello que lo grabó y distribuyó, salió a afirmar públicamente que la banda no intentaba generar alucinaciones a los oyentes del disco.
La recepción del público fue muy positiva y lentamente empujó a la banda a shows más grandes y giras más extensas. Con los años, el disco fue reconocido como una de las piezas fundamentales (y fundadoras) del rock psicodélico, influyendo a la gente que luego creó movimientos musicales similares como el rock progresivo, el glam y quizás todos los géneros que incluyen construcciones sonoras dedicadas a flashear.

TE EXTRAÑAMOS, ANDATE
Una entrevista publicada en la Rolling Stone norteamericana de 1971 describía un Barrett perdido, seriamente incapacitado por un consumo excesivo de LSD, viviendo en su pueblo natal y viendo a muy poca gente. Por momentos no podía comunicarse. Pasaba la mayoría de su tiempo en un sótano con guitarras, dando algunas entrevistas, teniendo un discurso coherente de a ratos. Pintaba cuadros y camina cuatro o cinco kilómetros por día, sólo para pasar el tiempo.
Durante los últimos meses con Floyd (entre 1967 y 1968), Barrett había comenzado a decaer y el LSD no ayudaba en nada a una mente naturalmente psicodélica. Eran épocas de viajes potentes, de pioneros psiconautas que con cada gota llevaban la mente colectiva un paso más allá. Dado que no promovían investigaciones ni se hablaba al respecto, muy poco se sabía de los efectos a largo plazo del ácido en sujetos con predisposición a los transtornos mentales. El costo fue una generación con muchos quemados con la que entendimos, extraoficialmente, que joder con grandes dosis de LSD puede convertir a un genio en un ermitaño.
A los 23 años Barrett, o mejor dicho sus compañeros, encontraban grandes dificultades para seguir a la tormentosa mente que guiaba la banda. Se volvió cada vez más frecuente que Syd se encerrara durante días sin querer ver a nadie o que tomara tanto LSD que quedaba catatónico en el escenario o sólo podía tocar dos notas durante todo el recital. En un show en el famoso boliche Fillmore de San Francisco, Barrett lentamente desafinó su guitarra mientras tocaban "Interstellar Overdrive". La gente nunca se dio cuenta, y siguieron aplaudiendo al extraño duende inglés.
La producción musical de los Floyd era cada vez más escasa y se llegó a la extraña resolución de meter a David Gilmour en la banda para que reemplazara a Barrett durante los shows en vivo, mientras el perturbado cantante y compositor se quedaba en el estudio. Durante dos entrevistas con reconocidos conductores de televisión norteamericanos (Pat Boone y dick Clarck) Barrett sólo pude balbucear o contestar incoherencias de mala manera, como años después haría Sid Vicious durmiéndose de heroína ante las cámaras. Intentaron reunirse con psiquiatras para intentar "ayudarlo" y el punto de quiebre llegó cuando perdieron la presentación en un festival inglés de blues y jazz muy famoso.
El material que Barrett había producido en esos tiempos como miembro "oculto" de Floyd era musicalmente intocable. Muy rápido el resto de la banda se cansó del estilo extensamente experimental y de las bizarreadas de Barrett. Gilmour ya estaba acomodado del todo como el nuevo guitarrista y con muy poco estilo, en una de las rupturas más grasas de la historia del rock, lo echaron de la banda: un día tenían que pasar a buscarlo y simplemente se hicieron los boludos y siguieron de largo. Syd cayó a un par de sesiones de grabación del segundo disco de Floyd, pero los temas que intentaba aportar sólo sumaban más confusión. En abril de 1968 la banda comunicó oficialmente que ya no contaban con la presencia de Barrett en sus filas.

JOYA LOCA
Después de alejarse de Floyd, Barrett grabó dos discos solistas, titulados The Madcaps Laughs y Barrett. Ninguno tuvo desmasiado éxito comercial y se alejó de la música frustado ya que según él no conseguía encontrar músicos que pudieran interpretar sus creaciones. Pink Floyd abandonó su lado flashero y experimental y traumados por el estado en que había quedado su otrora líder, abandonaron la introspección y se fueron por el lado de la realidad social y los problemas de la locura interior. Aunque no podían trabajar con él le dedicaron "Shine on, crazy diamond" ["Brillá, diamante loco"] y gran parte del concepto del disco Wish you were here ["Ojalá estuvieras acá"]. En una de las sesiones de grabación apareció completamente pelado y gordo. Hizo esporádicas visitas a sus compañeros en el estudio, pero varias veces permaneció en el silencio o se cepilló los dientes parado en un pasillo.
Hizo algunos intentos por volver a Londres, incluso uno que duró varios años, del 73 al 78, período en el que varios amigos lo recuerdan vagando por la ciudad con la mirada perdida, contestando frases profundas a preguntas simples o directamente divagando. Siempre terminó volviendo a la reclusión en la casa de su madre, cerca de su familia. Varios músicos trataron de tentarlo para volver a los estudios, tanto como músico o como productor, pero fueron en vano.
Barret murió en 2006, alejado de la vida pública desde mediados de los 70. Aún a pesar de su errático estado emocional y mental continuó escribiendo, pintando y componiendo. Cientos de biografías, entrevistas y leyendas fueron publicadas durante los años que permaneció alejado del mundo. Las drogas son como armas cargadas: en ciertas maneras pueden hacernos transpirar, en otras pueden dar razones lógicas a argumentos completamente ilógicos.







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